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La tensión no es un medio para Triángulo de Amor Bizarro, sino un fin en sí mismo. Ellos no quieren provocar. No quieren sorprender. No quieren hacer pensar. Ellos quieren generar tensión. Y “Año santo” es tensión como no se había oído en años en el rock español. Nueve canciones de tres minutos en las que el ruido constante, acuciante, descontrolado, es un magma en el que se hunden melodías incandescentes, un marasmo en el que van apareciendo frases inteligibles como flashes, pues a menudo apenas se entiende la letra. Es como ir tan rápido y mareado que solo se vislumbren algunas imágenes aleatorias y turbulentas. No es shoegazing: aquí no hay repetición ni ambientes ingrávidos ni una invitación a perder la consciencia en un torbellino envolvente. Esto es punk: rock’n’roll vertiginoso, descacharrado y viciado que empuja hacia adelante, a toda hostia. Pura tensión.
Debe decirse que la situación no hacía presagiar un segundo álbum tan abrumador e incontestable, tan seguro y desafiante. Su prometedor y aplaudido debut –de título homónimo y publicado también por Mushroom Pillow– necesitaba una confirmación rápida, no un largo lapso de tres años. Esas posibles dudas son sacudidas de un manotazo desde el primer segundo de este disco completamente loco y absolutamente cuerdo, este discazo no apto para pusilánimes y surgido de una lúcida autarquía. 